Voucher Educativo. ¿En qué consiste?

Will
5 min readJan 16, 2019

El sistema del vóucher educativo, primeramente ideado durante la década de 1950 por Milton Friedman y luego perfeccionado durante el resto del siglo XX, consiste -esencialmente- en subsidiar a la demanda (alumnos), y no a la oferta (escuelas). Actualmente, en casi todos los países del mundo, se hace al revés: Subsidio a las escuelas para que estas eduquen a los alumnos, algo que resulta muy costoso y, a fin de cuentas, funciona deficientemente.

Muy seguido, las personas a favor del sistema educativo tradicional argumentan que la aplicación de los vouchers se trata de una discreta “privatización” de la educación, que aparentemente “haría que deje de ser gratuita”. No obstante, esto no es más que una conspiración producto de no haber leído la teoría de Friedman, o simplemente un intento de mantener el adoctrinamiento izquierdista y encubrir a las conocidas mafias vinculadas a la educación.

¿Por qué los defensores de la famosa “educación pública de calidad” se oponen a esto? Porque se reduciría sustancialmente la corrupción, algo negativo para los sindicatos y políticos metidos en estas actividades fraudulentas. Así, fácilmente manipulan a las masas en su favor, con el fin de mantener sus curros nefastos y profundizar el estatismo del que se aprovechan despiadadamente.

¿Y por qué se eliminaría la corrupción? Porque el dinero que el Estado destina a financiar el sistema educativo se administra de una forma totalmente diferente. En lugar de armarse un presupuesto subjetivo y volcarlo en cada escuela o universidad bajo la mirada de los hambrientos sindicatos, se crean vales intransferibles (preferiblemente, electrónicos) que van destinados a cada alumno y sólo pueden ser canjeados en una institución educativa. Estos “cupones” representan un monto, el cual servirá para pagar la cuota mensual. Idealmente deberían ser solicitados personalmente, ya que al asignarlos de forma predeterminada se da lugar a la corrupción que tanto se busca eliminar.

De todos modos, es cierto que en el mundo la teoría de Friedman ha sido muy retocada, lo cual demuestra que existen muchísimas formas de adaptar el voucher en su aplicación y complementarlo con otros modelos más conocidos por las sociedades. Para entender esto, sólo hace falta saber que es bastante maleable, pudiendo ser aplicado incluso a nivel regional y en facciones determinadas de un mismo sistema educativo. En sus distintas manifestaciones, está vigente actualmente en Corea del Sur, Finlandia, Singapur, Suecia, algunos estados de EEUU, Hong Kong y algunas regiones de Italia. También se suele decir que se aplica en Chile, pero esto es falso. Lo único que se hace en tierras chilenas es adaptar el presupuesto de los establecimientos según la cantidad de alumnos.

Ahora vamos con lo importante: Además de la reducción del gasto, ¿Qué hace que el nivel educativo se incremente? Que la educación pasa a verse como un servicio más que brindan los privados. Me explico: Primero que nada, todos sabemos que cualquier actividad llevada a cabo por el sector privado obtendrá mejores resultados que una actividad llevada a cabo por el sector público. Al no haber de por medio una entidad poco flexible y centralizada como lo es el Estado, se hace un mejor manejo de los recursos, incluyendo el capital humano. Una empresa, por ejemplo, puede adaptarse perfectamente a lo que demande el mercado en el que opere, y buscará competir a toda costa para obtener un mayor beneficio, obligando a sus “rivales” a hacer lo mismo. El Estado sería incapaz de lograr algo así.

En este sentido, vemos que, al dar vía libre a las empresas en la educación, la propia esencia del capitalismo hace que se produzca un mejoramiento generalizado en la calidad del servicio. Aquel presupuesto que no quedó varado en manos de un chanta que vive de robarle al Estado puede ir destinado a cubrir cualquier necesidad que surja en la institución y sirva para diferenciarla positivamente del resto, con el fin de acaparar una mayor cuota de mercado. Las posibilidades son infinitas, pero para ejemplificar, el dinero podría destinarse a infraestructura, material escolar, salarios, etc.

Pero ahora surge otra pregunta: ¿Quién hace todo esto? Una administración privada. Las instituciones que hoy son públicas se mantendrían de esa forma, pero pasando a manejarse como empresas privadas. En caso de que quienes administran esa escuela o universidad pública quieran, por ejemplo, poner a la cuota un precio mayor al representado por el voucher, deberán comprarle el establecimiento al Estado, y así librarse de las regulaciones extra. De todas formas, esto no sucedería realmente en caso de aplicarse el modelo, ya que la arancelización chocaría demasiado fuerte con la realidad argentina como para aprobarse una venta así, al menos por ahora.

Finalmente, vamos con una de las partes más llamativas: La eliminación de la politización y adoctrinamiento. Como ya todos sabemos, hay evidencia de estos intentos por ideologizar a los alumnos desde la presidencia de Perón o incluso desde mucho tiempo atrás. Al existir un fuerte vínculo entre el gobierno y la educación, se hace inevitable que este posea la facultad de imponer su contenido tergiversado en las escuelas y universidades por medio de la modificación de los programas de estudio y la incorporación de profesores con una clara (y generalmente errónea) posición política, que mezclan con su trabajo.

Acá es donde entra el sistema de vouchers. El Estado (y, consecuentemente, el gobierno) cambia su rol sobre la educación. Pasa de ser literalmente el dueño de ella, a comportarse simplemente como inspector y financista, de forma parcial o completa. Las instituciones pasarían a ser casi totalmente autónomas, algo que se reflejaría en su libertad a la hora de crear el plan de estudio. En caso de que siga vigente cierta regulación, el Estado sólo debería establecer un plan básico con las materias y contenidos esenciales, para que luego este sea complementado según lo que le parezca mejor a cada escuela o universidad.

Los establecimientos, entonces, se adaptarían a lo que sus clientes (los alumnos, o más bien, los padres) quieran que se enseñe. Así, necesariamente desaparecería la influencia de la izquierda, debido a que esto no agradaría a muchos de los padres, quienes optarían por enviar a sus hijos a otras escuelas o universidades que sí cumplan con lo que consideren necesario. Ninguna empresa querría perder cuota de mercado, y ahí está el punto que marca la diferencia.

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Will

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